ANHELOS

Cada movimiento de la puerta es observado por el pinchadiscos con ansiedad, deseando verla entrar. Desde su púlpito observa todo el pub, ya rebosante de almas perdidas antes de medianoche, pero nada parece interesarle. Mira el reloj demasiado.

Con la experiencia ha logrado aislarse de la gente y de sus peticiones absurdas. Le bastó con lo sucedido el primer día que pinchó. El personal le volvió loco con sus exigencias. Inclusotuvo un par de broncas, lo que le llevó a tomar la determinación de nunca poner la música sugerida por los clientes, sin excepción.

De nuevo echa un vistazo al reloj. Las agujas apenas se han movido sin embargo el número de cabezas agolpadas bajo la cabina ha crecido considerablemente.

Las peticiones aumentan y ni siquiera se molesta en disimular que las ignora. Se ajusta los cascos e insite en escrutar la entrada buscando su melena caoba. Tiene una canción para ella.



Camina con paso ligero por la Gran Vía. Sobre el zumbido del tráfico vuela el tañido de las campanas en la Puerta del Sol anunciando las doce. Esta noche no hay luna.
Las noches sin luna le provocan cierto desamparo. Siempre la espía sobre los tejados, alejada de la mortecina luz exhalada por las farolas y se deja arropar por su halo casi invisible. Esta noche la luna no está.

La fauna nocturna despierta reclamando su territorio. Cada cual ocupa su lugar, como debe ser, como siempre será. En una acera el negocio del sexo, enfrente el de las drogas. Los mendigos y buscavidas pululan entre prostitutas, travestis, chaperos y camellos de mil nacionalidades. 
Mariposas nocturnas revoloteando alrededor de neones que prometen felicidad, mientras, los clientes conducen aminorando la marcha al elegir en el amplio escaparte de falsas ilusiones.

Y ella camina sola.

Los sonidos le llegan amortiguados por los violentos latidos de su corazón.No mira a los lados, no tiene interés por nada de lo que le puedan ofrecer. Camina nerviosa hasta llegar al recodo por el que se enfila hacia una callejuela sombría. Le tiemblan las piernas y se tiene que detener para respirar en un intento de tranquilizarse. Frente a ella, la puerta.

La maldita puerta.

Solo tiene que atravesar el umbral, no puede. Cada noche el mismo anhelo incumplido.
Si él supiera que lo sueña despierta, que anhela sus labios, que su olor se le ha grabado en la piel...

En ocasiones el deseo paraliza.

Y observa como la música se escurre entre las rendijas, la siente reptar sobre los adoquines hasta llegar a sus pies, donde se le enrosca ascendiendo por su cuerpo para silbarle en el oido su canción.
La madrugada avanza impasible mientras ella se muerde el labio presa de la incertidumbre, fantaseando mil excusas con sus mil respuestas, hasta que nota el sabor metálico que la devuelve a la realidad.

Hace frío de derrota.



Siempre cierra el bar soñándola a su espalda mientras deja caer la reja que remata la jornada, como sucedió aquella madrugada en la que conoció su aroma.



Las primeras luces oscurecen  los faroles.

Camina despacio, sin mirar atrás, aunque el quejido de una reja parece gritar su nombre.

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