EL SUEÑO DE DIONISIO (5)


Desde que haciendo la mili había visto la película Doble Cuerpo de un tal Brian de Palma su mayor ilusión había sido poseer un telescopio. Cuando le expropiaron las fincas no se lo pensó dos veces y por "interné" se compró el que su liquidez le permitió. No podría ver las lejanas constelaciones de Orión, pero sí fisgar anónimamente a las mozas del contorno. El ansia no le permitió ser consciente de que la moza más joven estaba ya cerca de los 60 años, así que solo el verano con sus veraneantas de ciudad le permitía ciertos desahogos visuales. El resto del año era mejor no mirar. Y por aquello de amortizar la adquisición se aficionó a ver esas otras estrellas que pese a su avanzada edad no hieren la mirada.
Lo suyo no era pasión tardía, era una lucha contra el aburrimiento y el onanismo. Mientras sus ojos se perdían en la inmensidad del espacio sus manos estaban quietas y su mente tranquila. Como tonto tonto no era, sabía que no era ningún experto en la materia, él no tenía conocimientos, aunque sí era cierto que podría dibujar algunas partes del firmamento con los ojos cerrados.
Por eso se dio cuenta de que algo no iba bien. Ahí arriba se estaba cociendo algo. Intentó hablar con la Nasa aunque nunca pasó de la máquina aquella que le preguntaba en inglés. Hay que ver la importancia de los acentos, él era un auténtico ignorante en inglés, sin embargo en el tema de las ingles era un autorizado experto, en el plano teórico se entiende. Luego pensó en denunciarlo a la autoridad competente, pero cuando se percató de que tal autoridad era el sargento Toribio tuvo muy claro que aquello se iba a convertir en un tema personal. La humanidad estaba en peligro y su misión era salvarla. ¿Cómo?
Ni siquiera tenía una pistola láser, ni un puntero de esos con los que apuntan a los futbolistas para jorobarlos. La única pistola que había en casa era una de esas de agua que había confiscado a unos niños que le habían estado tocando los bemoles todo el verano pasado. Odiaba a los veraneantes, a ellas no, claro.
Estaba convencido de que una invasión extraterrestre estaba próxima, y por suerte para la humanidad, esta invasión iba a empezar en los montes de su pueblo. Un lugar de energías telúricas, según había oído él en un programa radiofónico dedicado a los "ofnis".
Llevaba noches sin dormir, cual celoso vigía, cuando un resplandor se metió en su ojo derecho. Al principio le causó el dolor de un puñetazo, luego, el dolor desapareció dejando una palpitación continua y la pérdida de visión en el ojo testigo de la luz. ¡Ya estaban aquí!
Le preocupaba su ojo, también el futuro de la humanidad, pero lo de su ojo era prioritario. No es que se hubiese quedado ciego, es que la luz se había quedado allí en su iris provocándole unas visiones desconcertantes que de no haber estado en un lugar tan conocido para él se hubiese sentido perdido.
Se lavó el ojo con agua fría pero aquello seguía igual. Se le ocurrió ponerse un parche, como los piratas, y aquello le calmó. La palpitación continuaba, un poco amplificada al chocar su ojo latiente con el parche. Al menos la visión era más normal.
Había llegado el momento de iniciar la resistencia, la haría él solo, como tantas cosas en su vida. No sabía por qué pero le vino a la mente la película de los cazafantasmas  y aquello le dio una idea. No tardó más de media hora en terminar su obra de ingeniería militar, acopló la pistola de agua a una garrafa de cinco litros a la que pegó unos arneses a modo de mochila. Llenó la garrafa de lejía y abandonó su casa y su pueblo dispuesto a convertirse en un héroe.

...CONTINÚA...


Eugenia soto Alejandre
Fernando García Crespo

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