MELISSA (Una historia contada en viñetas de palabras)

de Eugenia Soto




I

Nació durante el apogeo de "Falcon Crest". Su madre no se perdía ni un capítulo y su empatía con los protagonistas la introducía en la trama hasta el punto de sentirse una de ellos. Según su estado de ánimo se transformaba en Ángela Chaning o "Choulín". Por eso, cuando la nena vino al mundo, nadie se extrañó de que Evarista cumpliera su deseo de llamar a la bebita "Melissa", con dos eses, quien nunca dejaría de agradecer a su madre la ruptura con la tradición familiar de imponer a la primera hija el nombre transmitido de generación en generación.


Cada tarde, a eso de las cuatro, Evarista se acomodaba en la mecedora frente al televisor para amamantar a la bebita. Dicen que los bebes no se enteran de gran cosa a su alrededor pero Evarista juraba que su Melissa no perdía detalle del serial, que en cuanto sonaba el "taatatí, tata tita, taatatí, tatatáaaa..." de la banda sonora, la nena abría los ojos como platos quedándose absorta ante la pantalla. La madre relataba esto con orgullo pues, según ella, era signo de la gran inteligencia del fruto de su vientre. Las vecinas aguantaban estoicamente la retahíla de maravillas asintiendo admiradas por el progreso de la nena, eso sí, hasta que la mujer les daba la espalda. En cuanto desaparecía de vista desataban sus lenguas viperinas para mofarse de ella y de su pasión por la telenovela que, por cierto, tampoco se perdían.

Tras años de insidias y venganzas el serial de los viñedos se extinguió. No sucedió del mismo modo con la pasión de Evarista. La semilla había germinado y se nutrió con el abono procedente del sin fin de telenovelas que afloraron en los ochenta. Entretanto Melissa crecía al compás de la obsesión de su madre, quien pasaba de la depresión a la euforia a tenor de las veleidades de su personaje favorito sin darse cuenta de que se estaba olvidando de vivir su vida.

En el quince cumpleaños de la nena, Evarista, en el clímax de su locura, decidió "ser en los episodios" y así se lo comunicó a su hija. 


Ese día la abandonaban por segunda vez. La primera había sucedido un par de años atrás, en la época de "Cristal", cuando el esposo, quien ya no conocía a la mujer que dormía a su lado, optó por la solución del cobarde: huir. Aunque nunca podría escapar del reproche en los ojos de su hija, que lo miraba bajo el carcomido umbral de la puerta mientras, él, su padre, les daba la espalda. 

Melissa le dejó irse sin esgrimir palabra, sólo su mirada aceituna se oscureció tanto que él sintió la noche. Ella escuchó como los pasos se aceleraban escaleras abajo mientras las notas de aquel ".. mi vida eres tú, y solamente tú..." le aguijoneaban la piel. Suspiró, se encogió de hombros y liberó su rabia con el portazo cuyo eco quedó clavado por siempre en la conciencia del hombre que huyó. 

CLAUDIO




Rozó delicadamente la rosca del volumen, girándola varias veces hasta encontrar el tono adecuado. No quería molestar a los vecinos pero tampoco le apetecía oír los gemidos de su nuevo amigo.
El dial estaba en la frecuencia de Kiss-FM. Le agradó. Por un instante sintió compasión, no obstante, un instante no es suficiente. Se sonrió intentando adivinar cuál sería la próxima canción, quizás le trajese algún recuerdo. Los sones de Gold, de Spandau Ballet revolotearon por la habitación. Los tambores retumbaban marcando el ritmo, justo el adecuado para su obra. Aspiró profundamente, dejando que el oxígeno llenase sus pulmones mientras se concentraba.Se situó frente al hombre.

Para Claudio el tiempo se había detenido. Un sudor frío corría por su frente. Le cosquilleaba. ¿Cómo se encontraba en esta situación? Creía haber ligado con una tía buena, sin embargo sus expectativas aún no se cumplían. Se hallaba en calzoncillos, amordazado y atado a una silla metálica. Al principio le pareció divertido, algo nuevo que probar...
Desde luego la mujer era diferente a todas las demás, con cuerpo de escándalo y larga melena caoba que emanaba aroma a alelíes. Mmm..., nena, cómo me pones!
Melissa clavó los ojos en su entretenimiento, dejándole ver el objeto que portaba en las manos. Vaya, una drogata - pensó el joven al percatarse de que ella sujetaba una jeringuilla entre sus dedos. Se revolvió en la silla para demostrar su disconformidad. Eso no estaba hablado. Pasaba de malos rollos. Ella pareció no darse cuenta y se acercó a él para acomodarse en su regazo.

La piel se le erizó al notarla tan cerca. Su posición le excitaba y en su mente se esbozaron promesas inmediatas hasta que notó el frío de la aguja atravesándole la piel. Sintió la muerte ascender por sus venas y un rictus de sorpresa quedó esculpido en su rostro.

Ella se mordió el labio inferior con fastidio. El tóxico fue fulminante. Hubiese preferido tener unos minutos para retocar su obra. ¡Ahh...! ¡Qué difícil es ser artista! 
Se alejó unos pasos para admirar su trabajo. Falta luz- pensó. Diligente, se dirigió al fondo de la habitación para subir la persiana- Mejor así. 
Se detuvo ante Claudio. No era lo que esperaba. Sin materia prima de calidad poco más se podía hacer. Los ojos, desmesuradamente abiertos, destilaban el pánico del último suspiro, al tomar conciencia del fin. No había calculado que la nicotina fuese tan fulminante.

Se disponía a darse una ducha cuando la sobresaltó el timbre. En unos segundos sopesó qué decisión tomar, creía que Claudio vivía solo. ¿Quién llamaba tan temprano? De nuevo alguien pulsó el timbre. Tal insistencia merecía su recompensa. Se colocó el batín, que colgaba en una percha del baño, con la intención de observar al madrugador a través de la mirilla. Distinguió a un joven trajeado, con pinta de vendedor y decidió franquearle la entrada.

II




Desde el día en el que la mente de su madre, devorada por los culebrones, hizo clic, Melissa supo que lo único que podía hacer era sobrevivir.

Su padre ingresaba puntualmente una pensión "lava conciencias" para atender sus gastos, el apartamento era propio y nadie se preocupó de que Evarista apenas saliera de casa. La joven asumió la responsabilidad de cuidar de sí misma y de la mujer que la trajo al mundo, quien en sus escasos momentos de lucidez abrazaba a su hija intentando transmitirle el cariño que no era capaz de darle. Sin embargo esos ratos fueron mermando a medida que se sucedían los días hasta desaparecer entre las diversas personalidades que asumía. En ocasiones se trasmutaba en suegra malvada, otras, en la atribulada mendiga que buscaba su noble origen e, incluso, llegó a sentirse galán protagonista del drama de turno.




IVÁN



-¡Buenos días, señorita! Me llamo Iván Madero y vengo a facilitarle las tareas de la casa...
Melissa pareció tardar unos segundos en procesar la información. ¿Qué hora era? Las nueve de la mañana, ¿este era el responsable de fastidiarle la ducha? Iván... ¡el terrible! Se sonrió. En su mente se fraguaba un interesante plan.

- Estoy seguro de que si me da un momento para explicarle las maravillas de la "Turbo speed aspiration 2000", me perdonará esta temprana intrusión en la paz de su hogar.
- De acuerdo, pase.

El joven se felicitó por la rapidez con que la mujer le franqueaba la puerta. Normalmente se veía obligado a desplegar toda su simpatía para captar la atención del posible cliente. Quizá no era mal asunto comenzar temprano la caza del ingenuo. Si lograba hacer esta venta lo tendría en cuenta. La verdad que para comprar la "Turbo speed aspiration 2000" era mejor pillar a la gente adormilada. El cacharro era una basura mal disimulada bajo una brillante capa de esmalte.

Se dejó guiar por la clienta vespertina, al fin y al cabo, se sonrió por la evidencia del pensamiento, era su casa. Los nervios se le agolpaban en la sien. Siempre le sucedía lo mismo, hasta que no rompía el hielo la vista se le nublaba y sentía una gran presión en la frente. Pero una vez que rompía la barrera de prevención, desplegaba todo un arsenal de palabrería dirigida a embaucar al comprador de turno.

La mañana prometía. En esta ocasión la diosa fortuna estaba dispuesta a favorecerle. Jamás hubiese imaginado hallarse antes de las diez en el recibidor de una belleza dispuesta a escuchar su propuesta.
La neblina nerviosa que ofuscaba su mirada comenzaba a disiparse dejándole observar el lugar dónde se encontraba. Enseguida su atención se clavó en la bata que Melissa acababa de anudarse. La tela resbaló sinuosamente sobre la piel de la mujer lamiendo cada curva.

-Iván, céntrate-, se dijo para sí el embaucador en un intento de dominar el instinto y fijó su curiosidad en la estancia. El hall no era diferente a los otros en los que habitualmente escupía su palabrería. Bajo el espejo, la típica mesa, alta y estrecha, donde se amontona el correo. El paragüero y un perchero desnudo completaban el exiguo conjunto. Un farol de orfebrería captó 
su atención , durante un momento quedó obnubilado admirando el dibujo formado por la luz en el techo al atravesar los cristales de colores. De pronto se hizo la oscuridad.

Un terrible dolor en el cogote le despertó. No abrió los ojos. Tenía la sensación de que los párpados le pesaban como si fueran de hierro. Estaba desorientado. Podía oír el sonido amortiguado de una televisión. Lentamente comenzó a recordar. El madrugón, la aspiradora, la chica, el farol... ¿Qué había pasado? En una ocasión tuvo una novia con mal despertar, pero nada comparable a lo de esta individua. ¡Menudo trastazo! Giró el cuello a izquierda y derecha en un intento de constatar que todo estaba bien. La cabeza le dolía. Cuando se atrevió a mirar no vio nada, solo tinieblas. Se sintió suspendido en el vacío aunque notaba bajo sus pies el suelo. El pánico le invadió a medida que recuperaba la conciencia. ¡Estaba atado a una silla, en un lugar desconocido!¡Ni siquiera podía calcular el tiempo transcurrido!

El chasquido de la puerta le sacó de sus cavilaciones. Distinguió la silueta de la mujer avanzando hacia donde él se encontraba y notó que la vejiga se le vaciaba, dejando un charco de humillación bajo sus pies. Ahora sentía auténtico terror e intentó recordar aquellas oraciones de la infancia por si algún santo le ayudaba... .

- ¡Lástima de parquét! Suerte que no es de mi salón, de lo contrario me enfadaría mucho contigo. Te voy a presentar al dueño de la casa.- La mujer encendió la luz e Iván pudo ver a otro hombre atado a una silla idéntica a la suya.- Claudio te presento a Iván, Iván te presento a Claudio.

El muchacho comenzó a sudar ante la evidente rigidez de su compañero. El corazón le latía violentamente por la impotencia y casi se le detiene cuando Melissa se acercó para desatar la mordaza, momento que aprovechó para suplicar por su vida entre hipidos. Ella prosiguió con su ritual. Puso la radio y las guitarras de Blitzkrieg Bop de los Ramones, 
inundaron la estancia ahogando las quejas del desesperado incauto. Después salió a buscar algo en otra parte de la casa para retornar con la "Turbo speed aspiration 2000".

- Bueno, bueno..., ¿decías que este cacharro es la revolución tecnológica de los aspiradores? No contestes, no me apetece escucharte. Mientras dormías he leído las instrucciones del cacharro y tiene unas funciones interesantes, si son ciertas, claro... Vamos a comprobarlo.

Enchufó la máquina tras quitarle la pieza del cepillo, la reguló en la máxima potencia y se acercó con el tubo en ristre al hombre. Iván forcejeó inútilmente cuando sintió el metal en su boca pero Melissa le apoyó una rodilla en la barriga, dejándole inmovilizado.En unos interminables instantes la "Turbo speed aspiration 2000" realizó magistralmente el trabajo para el que fue diseñada: aspirar. Y como el propio Iván publicitaba "en un suspiro lo aspiró ¡todo, todo!".

Un ligero olor a cable quemado precedió al silencio del motor. Melissa soltó el tubo, que con el último estertor del hombrecito resbaló hasta el suelo. En la ensangrentada cara del muchacho quedó cincelada la desesperación. La chica se despojó del batín húmedo de sangre allí mismo, pero no se quitó los guantes hasta rematar la faena.




III

Sujetó el recorte del periódico entre los dedos, balanceándolo ligeramente, mientras decidía si incluir la esquela de su madre en el mismo álbum donde guardaba las de ellos. 
En sus piernas reposaba un enorme libro con hojas plastificadas. Se mordió el labio inferior, como acostumbraba a hacer cuando meditaba. Sí, la pondría en la primera página aunque la mujer se hubiese ido con un simple fundido en negro. 

Tras su esquela, una sarta de artículos, con sus respectivas fotografías, arrancados del Caso? De vez en cuando, le agradaba echar un vistazo a los reportajes. Casi siempre los firmaba el mismo periodista. Le daba un morbo especial. El reportero era el único que parecía relacionar los sucesos. El hombre la seguía desde su primera actuación, lo consideraba una especie de fan, es más, últimamente le gustaba creer que él la admiraba y comprendía ese deseo suyo de justicia poética. 



Ella pensaba mucho en él. En qué aspecto tendría, cómo sería el color de su voz, su olor... Pensaba en él demasiado o, en ocasiones, eso creía.



WENCESLAO

Wences, para los supuestos amigos, tenía un par de bancos y, además, estaba orgulloso de ser el mayor usurero de la profesión. Típico hombre de éxito, sin escrúpulos ni compasión. Un perfecto ejemplar de necedad que un buen día le abrió una cuenta a Melissa, quien apenas tardó unos segundos en decidir añadirlo a su colección de recortes. 

El engreído se creía irresistible, por eso no le extrañó que la joven se le insinuase, además era preciosa. ¿Cómo dejar pasar una oportunidad así? Wenceslao vivía en una mansión, por supuesto, en una urbanización de lujo. El único requisito que la mujer le exigió fue que estuviesen solos, poca cosa le pareció a cambio de lo que él iba a obtener.

La noche iba sobre ruedas, la chica bebía vino y estaba relajada, era cuestión de bajar un poco las luces y seducirla con su admirable personalidad. Melissa, le llenaba la copa al snob y escrutaba el mobiliario esperando encontrar la silla adecuada.Tras un par de botellas de Vega Sicilia, la euforia y la excitación apenas dejaban que el hombre pensara en otra cosa que en la cintura de la mujer. Y creyó llegado el momento de utilizar su arma secreta de seducción, la que él consideraba el súmmum del erotismo, la cámara acorazada.

Realmente este sujeto es un impresentable -pensó Melissa.

Somnoliento, Wences abrió la pesada puerta de metal. Ante ellos se abrió una habitación de unos seis metros cuadrados, con las paredes cubiertas de baldas con billetes, lingotes, arquitas de joyas... La verdad que a ella poco le interesaba el producto de la rapiña del tipo, le interesó bastante más la silla con aspecto de trono, ¡cómo no!, que estaba en el centro de la habitación . El esbozo de una sonrisa asomó en sus labios. El usurero creyó ver deseo e intentó abalanzarse sobre la mujer que, hábilmente, se echó a un lado para observar como el individuo caía al suelo.

Wenceslao se despertó en medio de su querida caja fuerte, construida con tabiques de tres metros de hormigón y forrada en acero, "inexpugnable", eso es lo que ordenó al constructor y eso es lo que obtuvo. Se percató de que estaba fuertemente atado a su silla de "contar dinero" y tuvo miedo. Gritó e insultó a la chica, incluso, rogó, pero ella no le escuchaba.
El hilo musical escupió una canción de Dire Straits, Money for nothing, la adecuada para la ocasión y el sujeto. Melissa se acercó con un bote de disolvente. Lo vació repartiéndolo por todos los rincones. Como el usurero no callaba optó por meterle un buen puñado de billetes en la boca, sintiéndose tentada de ahogarle con aquello que él atesoraba. Luego, prendió fuego a las estanterías, se aseguró de que el sistema de ventilación funcionaba perfectamente para que el incendio prosperase y salió de la cámara acorazada. Cerró la pesada puerta sin inmutarse, preguntándose cuánto tardaría en quemarse un pretencioso hortera.

IV




En esta ocasión, el diario dedicó la portada completa a la muerte del banquero. 

Es triste comprobar que ni la muerte nos iguala- pensó Melissa al incluir las hojas del periódico en su colección. 
En el interior del álbum coexistían un par de docenas de finados atados a una silla y ninguno superaba la media página del diario, sin embargo, al tiparraco más detestable que había conocido le dedicaban tres páginas con fotos en color, preguntándose el motivo por el cual alguien había achicharrado al genio de las finanzas, al filántropo que donaba grandes cantidades a la iglesia... 

El artículo venía firmado por el director de la publicación. Se notaba, no escribía con la fluidez de su hombre (a estas alturas lo consideraba suyo)




YO



Siempre quise ser periodista. Nunca me planteé ser otra cosa, ni siquiera cuando era niño imaginé ser bombero, policía o astronauta. Yo iba a ser reportero. Crecí al tiempo que mi curiosidad. No lo podía evitar, mi instinto, casi infalible, me llevaba a descubrir lo que los demás no veían. 

Mi existencia ha transcurrido pegada a una cámara y un cuaderno de notas, saltando de ciudad en ciudad, de noticia en noticia, hasta llegar a la redacción del Caso, donde me acomodé en la rutina del salario fijo. 




No es necesario recorrer el mundo para toparse con sucesos intrigantes como el que me ha entretenido durante los últimos meses. Nadie parece haberse dado cuenta de que en diferentes puntos del país se han cometido asesinatos similares. Las víctimas, siempre masculinas, mueren atados a una silla aunque el método utilizado varía.
Mi sexto sentido me ha hecho profundizar en su investigación. Tengo la impresión de que el escenario de los crímenes está perfectamente estudiado, sin dejar nada al azar.Y estoy seguro de que son obra de una mujer. 

Tengo la conciencia de haberme obsesionado con ella. Es un veneno que sin hacer ruido se ha introducido en mi alma hasta ocuparla.




V

Le gustaba comparar los funerales. Acudía siempre a los de sus víctimas. Lo consideraba una cortesía, acompañarles en su último viaje. Ella les había vendido el billete. Estudiaba a los presentes. 
Últimamente buscaba a alguien más, sabía que él iba a aparecer. Nunca había visto una imagen suya pero no le importaba, no era una cuestión física. Sabía que cuando se cruzasen, que ocurriría, se reconocerían.

EL HILO ROJO

En uno de mis viajes por China, me topé con la leyenda del hilo rojo del destino. Me resultó tan reconfortante que la asumí como verdadera, ¡cada uno asume lo que quiere! 

La leyenda relata que el abuelo de la luna, cuando nace un bebé le ata al meñique un hilo rojo, invisible a nuestra mirada, cuyo cabo está atado al dedo de otro y, de este modo, ambos quedan unidos para siempre. El hilo puede torcerse, enredarse, tensarse, pero jamás se romperá y los que han de estar unidos, lo estarán, pase lo que pase, al final se han de encontrar.

Ella es el cabo de mi hilo, la que llena mi vacío. Desde aquella tarde lluviosa en el cementerio, cuando me perdí en el verde de sus ojos, supe que era ella. Y no me importó que quizá fuese una asesina, estaba dispuesto a morir, ¿para qué vivir sin ella?




VI

Al finalizar el sepelio Melissa decidió esperarle. Notó que su corazón, casi nunca alterado, aceleraba su ritmo cuando él se acercaba. 

Apenas hablaron, no eran necesarias las palabras...






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