PECES ERRANTES...








A Jonás, el hijo de Manuela, la del estanco,  le alucina  observar caracoles, perderse entre sus espirales. En  el barrio cuentan que  se  quedó tonto de los estudios. En cierto modo así fue; corrían los idus de los 80 cuando Jonás, alegre estudiante de Marketing y Publicidad pasaba más horas dándole al mus en el bar de la facultad que clavando los codos y, con la llegada de  los exámenes, en un desesperado intento  por salvar alguna asignatura a costa de noches sin dormir, se calzó entre pecho y espalda un fatídico cóctel de anfetaminas que lo dejó en la inopia durante varias semanas. Cuando recuperó la consciencia en la cama del hospital sus primeras palabras fueron ¿Cuate, aquí hay tomate?, seguido de un ¿Red bull te da alas? Sí, algo había cambiado. Daba igual lo que intentase decir, solo era capaz de hablar con eslóganes que ni siquiera tenían que ver con lo que deseaba expresar. Cosas de la vida.


A Simón, el sobrino del párroco, le encanta cuidar plantas, escuchar el sonido del burbujeo de la tierra cuando tiene sed y le das agua. Siendo un crío,  le cayó un extintor sobre la cabeza en el pasillo de un centro comercial. Aparentemente la única secuela del accidente fue una brecha suturada con siete puntos, sin embargo, el golpe descolocó alguna de las estanterías de su cerebro, o esa es la explicación con la que él mismo justificaba su incapacidad manifiesta para no olvidar películas, libros, aniversarios, conversaciones. Nadie es perfecto.


La pasada  primavera ambos se encontraron una mañana en la panadería. Nunca se habían cruzado aunque vivían en la misma calle. Designios del destino. Fue un flechazo inmediato. La naranja completa. Uno con sus moluscos, otro con sus plantinas. Jonás decía y Simón olvidaba. Comenzaron a compartir su tiempo  hasta que  este  otoño, bajo la sombra amarilla de un castaño de indias, Jonás,  le dijo a Simón un tímido: Be water, my friend… Éste, casi temblando, le contestó: Agapito, yo también te quiero. Y así unieron sus anhelos.


Desde entonces disfrutan juntos de cada amanecer, allí, en un pueblecito de Almería, donde han instalado su hogar y un vivero de  caracoles, que liberan por tandas en el Desierto de Tabernas, soñando con repoblarlo. Think different.



Comentarios

  1. Ya te he dado mil veces las gracia por la canción y por el divertido relato. Demuestras que además de una sensibilidad especial, también tienes un humor muy agudo, muy de mezclar Berlanga con los niños tristes de Tim Burton. Lo cierto es que siempre sorprendes, y aquí consigues hacernos reír pero también encogernos el corazoncito. Enhorabuena, pececilla.

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    1. Gracias a ti, Alejandro. Por tu tiempo, por lo bien que escribes todo. :)
      Me encanta compartir cuentos contigo.

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  2. Querida paiposa (asi llamaba mi chiquitina a las mariposas hace...), quiero agradecerte dos cosas: que con la preciosa propuesta de Kila, me indujeses a divertirme escribiendo y que me obsequiases con tu cuento, como siempre sugerente, pero esta vez además con su toque de humor. Sigue contagiándome el placer de leer y escribir. Bicos

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    1. Ángel, el contagio es mutuo... Bicossss. Gracias por pasar por aquí.

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