VATICINIOS II

Hace tiempo escribí "Vaticinios", un cuento al que le faltaba algo. Inicié una continuación pero la abandoné enseguida. Quedó vagando por el limbo de los cuentos perdidos hasta que llegó a Ángel y lo rescató. Ahora es una historia completa.
Un placer compartir relatos contigo, Ángel Zurdo. 

Si no leísteis Vaticinios, os dejo el enlace:
http://mariposasmagulladas.blogspot.com.es/2012/01/vaticinios.html



VATICINIOS II
Un complemento de ÁNGEL ZURDO GONZALEZ







Una joven pre púber aguarda en la cama la llegada de su mamá. Ésta, de forma sigilosa avanza en la oscuridad de la habitación hasta llegar a la cama de su hija. Con un susurro, le da las buenas noches y un beso


- Vamos cariño, ahora duérmete que ya es tarde y tienes que levantarte temprano


Margarita asiente en silencio mientras la madre regresa al exterior del cuarto infantil. Pero no se duerme, sabe lo que viene ahora, no es la primera vez que ocurre y ella lo aguarda resguardada boca abajo, con la almohada cubriendo sus oídos y su cabeza. Ya empiezan las voces, siempre los mismos reproches de su madre: "yo me paso la vida trabajando mientras tú te pasas el día ahí tirado, eres un parásito, podrías hacer algo..." Así pasa un buen rato, con el monólogo irritado de la mujer y el silencio del padre. La joven adivina también lo que viene ahora. Poco a poco la tempestad va amainando y entonces, la voz suave y calmada del hombre va tomando protagonismo para dejar paso a risitas nerviosas y luego a jadeos. Solo entonces, cuando las exclamaciones de placer de la madre se acaban, la muchacha se duerme.



Como todos los días, Pedro ha ido al pueblo a recoger a su hija del colegio. De regreso, la niña le observa mientras conduce. Esta mañana, papá está muy callado. Ha ido a una entrevista de trabajo y, según ha transcurrido, vaticina que va a seguir en casa por un tiempo más, no cree que su salida se acerque.

-  Tengo que echar gasolina, así que vamos a pasar a ver a mamá -le dice el padre.

Ya en la estación de servicio, la madre, vestida con el mono que le sirve de uniforme, saluda a la niña.

- Hola mi amor, qué tal el cole - le pregunta con un beso

- Bien, un rollo, como siempre - responde la hija…

Va añadir algo

- Mamá, sabes, hoy nos han dicho en clase que las abejas son todas hembras, el macho no trabaja nunca y cuando ha fecundado a la reina, es expulsado de la colmena y asesinado a picotazos por las obreras.

- Eso es lo que teníamos que hacer nosotras –le había dicho su amiga Rosi. Las dos niñas tienen una relación única, están muy unidas, tanto que hay veces que se les confunden los pensamientos. Las palabras de una coinciden exactamente con lo que la otra diría, más aún, hay veces que Rosa, hace las cosas como por mandato de la mente de Margarita, aun cuando ésta ni siquiera haya abierto la boca. En esta ocasión la frase la dijo Rosi, pero el razonamiento era de Marga, un pensamiento que va dirigido a Pedro, su propio padre. De hecho, ahora la niña, inicia la frase como si fuera suya, pero la madre se da la vuelta para dirigirse a su pareja y preguntar por la entrevista; la niña se aleja en dirección a las estanterías de revistas. Escucha las voces atenuadas de sus padres

- ¡Quita zángano! - le dice ella al tiempo que de un manotazo retira la mano de su pecho - que nos va a ver Margarita, además están las cámaras de seguridad

- ¡Hum, cámaras! ¡Con lo que a mí me pone salir en televisión! - responde él apretando más su cuerpo al de ella y volviendo a agarrar su seno

- ¡Vaya qué rápido! ¡Estás en forma! -le dice con una pícara sonrisa al percibir la rotundidad de su erección contra su vientre.

- Yo siempre estoy dispuesto -contesta él con cierto orgullo - vamos a la trastienda

Entre risitas y besos trasponen el cartel de «PRIVADO». Marga intenta prestar atención a la lectura, pero sus oídos la transportan al otro lado de la tienda, donde se escuchan, amortiguados, los gemidos de placer de la pareja. La aventura es breve y, transcurridos unos minutos, aparece la mujer subiéndose la cremallera del mono y atusándose el moño bajo con que recoge su pelo. Poco después, con un leve gesto jactancioso, le sigue su marido.

- Vámonos a casa Rita -dice dirigiéndose a la jovencita

La niña se despide de su madre con un beso y sale al exterior.

Ya va llegando el verano y no hay colegio por la tarde. Después de comer, Margarita, simulando leer, espera el momento en que su padre se duerma. El sopor veraniego y la digestión junto a las cervezas y el par de copas de brandy con el que ha rematado la comida, surtirán efecto sin duda. Éste, tumbado en el sofá, contempla el televisor mientras enciende un pitillo. Un par de caladas después, Marga le retira el cigarro de entre los dedos sin que él se percate de nada. Sin apagarlo, lo deposita entre los pliegues del sofá y espera. Por si acaso, acerca las cortinas al pequeño foco de calor. Momentos después, comienza la ignición. Marga coge las llaves de la casa y sale echando el cerrojo. Se aleja en dirección al río, a cuya orilla, a la sombra fresca de unos álamos espera. No llegan a ella los gritos desesperados de Pedro, solo cuando las sirenas de los camiones de bomberos inundan la pesada atmósfera,  ella regresa. Los bomberos impiden que se acerque a la casa absolutamente carbonizada que ella contempla en silencio. La madre vuelve a casa también. Asustada, le pregunta si está bien mientras le abraza. La niña se mantiene muda, petrificada y con la mirada perdida en las cenizas

- Ahora ya no tendrás que soportar al parásito, mamá, te he liberado – piensa

***


El sol calienta mi piel mientras, con los ojos cerrados, dejo que el sonido de las olas se me cuele en los oídos para mecer mis cansadas neuronas, poco a poco mi mente se queda en blanco, sin pensamientos ni preocupaciones, sin deseos ni fantasías...   

¡Mmn, el mar...! En cuanto salga de aquí iré a pasar una temporada a la costa, puede que incluso decida quedarme a vivir allí, cerca de la orilla. No tendré que imaginarme el oleaje, bastará con asomarme a la ventana. Por supuesto que mi casa estará en primerísima línea de playa (puestos a soñar, soñaré algo agradable. No tengo la más mínima intención de castigarme inventando un futuro negativo. No, no y no)
¡Ah! ¿Qué será de Margarita? La muy desagradecida no me ha visitado ni una sola vez. Si tan siquiera hubiese contestado alguna de mis cartas. Si he acabado aquí, encerrada en diez metros cuadrados ha sido por ayudarla. No era agradable tener que deshacerse de aquellos tiparracos con los que se liaba. No tenía que haber hecho nada y ahora sería una ama de su casa, cargada de críos, cornuda y cebada. Yo le he permitido conservar ese tipazo envidiable, la piel tersa, le devolvía su libertad y la necia, cuando se entera, va y me denuncia. Lo dicho, ¡una desagradecida! Bueno, ya hablaremos cuando me vaya de este lugar.

*** 

Es la media tarde soleada de una primavera temprana, de un invierno que apenas se hizo presente. El hombre trastea recogiendo la cocina mientras Margarita, ajena a su laboriosidad, medio echada en una tumbona del jardín de una casa de campo, deja que su cabeza deambule sin rumbo

Sopor, alegría de una barriga moderadamente repleta. Calor, tibieza del Sol de primavera incipiente en el prado. Mirar la luz ámbar de las cortinas que son mis párpados cerrados (y ser luz). Escuchar los trinos imitados de los estorninos, el clac, clac, clac de la cigüeña en su nido (y ser trino). Oler el suave perfume a humo de encina y de cáscara de naranja que arde en el fogón de la cocina (y ser humo). Gustar el chocolate, su denso sabor a media verónica de la comida (y saborearte) Notar la fresca caricia del viento mientras amoroso se desliza por mi rostro e individualiza mi cabello (y volar con el viento).
(Tal vez esto no sea el cielo pero, en pequeño, de una forma particular, bien pudiera serlo)
Dudar: escribir o vivir..., continuar... mirando, oliendo, gustando, tocando,...sintiendo. No te muevas, no pienses, siente, fluye, sé.

A Roldán, tras el secuestro,  le costó escapar de la depresión, aún le cuesta trabajo salir de casa, pero parece que el cariño, unido los efectos de una vida tranquila en el campo (y las consultas de pago con el psicólogo) va dando su fruto. En cambio Marga no tuvo excesivos problemas, con la excusa de la recuperación, pidió una excedencia en el periódico y solo hace alguna colaboración de vez en cuando. Se está dedicando a escribir, escribe una novela, no tanto para publicarla como para utilizarla como espita, como válvula de escape a todas esas ideas negativas que le bullen por el cerebro. Ya la tiene casi terminada, le queda el final, pero ya está próximo.
Hace unos meses que no ha vuelto a tener noticias de Rosa, su antigua amiga pero sabe que tarde o temprano aparecerá, se trata de una enferma, la propia Marga parece ser su obsesión. Bueno, últimamente parece que Roldán también se ha convertido en parte de su enfermedad. Así que está preparada.

***

La mujer cierra la puerta metálica dejando la oscuridad tras de sí. Enciende la luz del corredor y una especie de mueca burlona, como de triunfo parece adueñarse de su rostro.

La verdad es que la pobre Marga, esta vez ha tenido buen gusto por fin, es guapo el jodío, tiene el culo firme y, lo mejor, está respondiendo. Y eso que ahí encerrado, atado y en medio de ese olor, a cualquiera se le quebrantaría la moral, pero él se mantiene firme… mantiene todo bien firme. Se ha ganado un día más, sí señor. Enhorabuena Margarita

Una vez en casa, se desprende de las ropas sucias y se mete en la ducha para quitarse el perfume a sótano mugriento y encerrado. Mientras repasa con mimo todos los rincones de su cuerpo, no puede evitar recordar con excitación la breve escaramuza con el extraño del cuarto trastero. Hace apenas unos minutos y su sexo ya parece necesitar un nuevo encuentro

- A ver si te vas a encaprichar ahora, Rosita – se dice en voz alta

Mientra evoca la negrura, un ligero jugueteo con el chorro de la ducha y el remate posterior con el dedo corazón le transportan a la cama y a un tranquilo y profundo sueño.

***

Roldán, perdido en su sueño de catacumba, no puede evitar sentirse aliviado cuando se cierra la puerta para echar momentáneamente de su vida a su captora. Como tampoco logra impedir el cargo de conciencia por haber sentido placer mientras ella le violaba una vez más. Se trata de un sentimiento ambivalente, por un lado siente la pesadumbre de no haber podido rechazar las caricias de su malvada secuestradora, por otro realmente ha disfrutado imaginando en la oscuridad que esos labios que le besaban, que esa vulva tan dulce y ardiente que se apoderaba de su miembro, eran de Marga ¡Ah Marga! Y maldito Paulov. Pero ahora por fin, todo ha pasado. Mañana… que raro se hace pensar en mañana cuando se pierde la conciencia del tiempo, mañana ocurrirá cuando la puerta se abra de nuevo y deje entrar a través del dintel un atisbo de luz y de realidad. Mañana, quién sabe cuántos días o cuantas horas habrán pasado cuando llegue mañana y ella regrese para darle de comer y luego… luego otra vez ese juego repulsivo y ardiente. Pero… y si ella no vuelve, si ella no retorna, no habrá esperanza, solo la mordaza y la podredumbre.

***

Hoy no hay sol que valga, ni olas ni manera de cerrar los ojos, por más que lo intento, no hay forma de lograr entrar en ese pequeño trance relajante. Estoy demasiado intranquila, no sé, siento un cosquilleo interior que me impide llegar, qué digo, ni siquiera intentar el proceso. No logro dejar la mente en blanco, no hago más que mirar el reloj, estoy deseando que se acerque la noche para acudir nuevamente al subterráneo. Me asomo a la ventana intentando distraerme para ver si así avanza más rápido el tiempo, observo el deambular, para mí sin rumbo, de la gente que va y viene por la calle. ¡Vaya hombre! Por ahí viene Marga ¡Qué pesada! Hoy no me apetece nada escuchar sus lamentos y lloros. Bueno, tal vez ya se haya olvidado, tiene una memoria muy corta, además el otro día lloró que parecía que se iba a quedar seca…
¡RINGGG.......!

Ya la tengo nuevamente aquí. De nuevo entrará como un torbellino y bla, bla, bla… Pero no, Margarita hoy es un alma en pena, no parece la misma, entra en casa casi sin saludar, ni siquiera tiene la conversación acelerada y lacrimosa de siempre. Ni se queja, se sienta en el sofá y ahí se queda, medio muda, solo responde con monosílabos. No sé que es peor, el huracán o esta calma chocho ¡Pues sí que te ha dado fuerte! ¡Al final me vas a crear cargo de conciencia! La tarde se hace eterna, ella languidece silenciosa en el sofá y no hay forma de que reaccione. Se hace de noche y no parece que vaya a tomar camino alguno, no parece tener fuerzas para incorporarse del sofá, que es lo que yo estoy deseando ya. Le digo frases vacías intentando consolarla, cosas como “venga, no te preocupes, todo pasará, seguro que pronto encuentras un hombre de verdad…” pero nada, ella solo suspira. Siguiendo el consejo de Sheldon Cooper, uno de mis personajes televisivos favoritos, le preparo un líquido caliente: una sopa de sobre que le obligo a tomar pensando que así tal vez se dé por aludida y piense que ya va siendo hora de cenar. Pero no hay manera. Le sugiero que visite a su amiga la pitonisa, que le eche las cartas o que le haga una búsqueda con el péndulo para decirle donde está su gran amor. Eso parece haberle animado un poco

***

Marga, vencida en el sofá de su amiga Rosa, no puede explicarse cómo le está ocurriendo esto. Son tantos los hombres que han ido pasando por su vida y quedando en el olvido. 

En cambio con éste, no hay manera, no sé qué me habrá dado para que me tenga tan hechizada. Hablando de brujerías, la pobre Rosi está también la mar de rara, lleva toda la tarde inquieta, distraída, no sé, si no fuera porque la conozco desde niña, diría que está enamorada; pero eso es imposible, nunca he conocido amor que le durase más allá de una noche. Caray, si hasta parece que está queriendo echarme ¡Ahí va! Y ese rosario, si parecen dientes ¡Dios! ¡Los dientes del profeta Rhamiyande! Y yo que los daba por perdidos. Tienen una llave atada. Algo raro ocurre, no sé qué, pero me tengo que enterar como sea.

Como movida por un resorte y para alegría de su anfitriona, Marga se va. Toma el ascensor  y se esconde junto al antiguo cuarto del conserje. Medita unos segundos. Aunque el acceso está limitado, ella conoce la forma de bajar a la galería subterránea. Y dispone de los medios para ello. Nunca la ha necesitado, pero entre el juego de las llaves de casa de Rosa, ésta le entregó también la de la puerta de acceso al corredor de los trasteros. Rebusca en su bolso y accede al mismo. No enciende luz alguna, aguarda unos momentos para acostumbrarse a la oscuridad. Unos minutos después, surge Rosario del elevador, parece apresurada e intranquila. Marga la sigue en silencio, ve como mete la llave en la puerta metálica y se introduce en ella cerrando nuevamente con la llave. Se acerca a la puerta, hay un ligero aroma fétido, la luz del pasillo se apaga, pero no quiere delatarse encendiéndola nuevamente, eso podría quebrantar la vigilancia alertándola. En la oscuridad escucha los sollozos lastimeros de un hombre y luego los jadeos de placer de su amiga. Son unos minutos largos, eternos. Por los sonidos que vienen desde el otro lado, parece que el encuentro amoroso ha terminado. Margarita, tanteando la pared, retrocede acechando. Tropieza con algo y se agacha a cogerlo. Al tacto parece un trozo de tubería antigua, de esas de plomo. Su amiga sale del cubículo y enciende la luz, parece distraída y alegre. Emprende el regreso a casa sin percatarse de que por detrás, Marga se acerca enarbolando el tubo. Ni siquiera se ha dado cuenta del golpe cuando cae sin sentido en pleno pasillo. Alrededor de su muñeca una ristra de dientes envejecidos de la que pende una llave, la llave de la catacumba.

***

Sentada en el porche, Marga observa los negros nubarrones. Un coche amarillo intenso con el símbolo de “Correos” llega a la puerta de su casa. El conductor se baja del vehículo 

- ¿Margarita Martínez? -pregunta

- Sí –responde ella

- Le traigo una carta –le dice al tiempo que se la entrega

La pequeña nota de color se pierde entre el horizonte oscurecido. La carta viene sin remite, pero Marga sabe quién se la envía, estos meses de retiro le han servido para reflexionar y comprender toda su relación con Rosita, todos aquellos novios fallidos, pero su complicidad infantil, aquél secreto, aquel episodio del incendio que solo su amiga conocía y que siempre supo guardar.  Abre la carta con tranquilidad y extrae una fotografía de una habitación vacía. Es una sala sin apenas mobiliario, una cama sin ornamento alguno, un lavabo empotrado en la pared y un WC sin tapadera lo componen. La luz que penetra por una pequeña ventana enrejada se extiende por el suelo y las paredes blancas. En el dorso, escritas a mano una escueta frase:

“Nos veremos pronto”, parece amenazar

Han transcurrido unos meses plácidos. El frío va poniendo fin a un otoño largo y tenue. En realidad hoy es el primer día de temperaturas realmente bajas

Tiene toda la pinta de nieve –se dice Marga a sí misma al abrir la puerta por la mañana

Roldán aún está en la cama, ella recoge el periódico y se sienta a desayunar mientras lo lee. Una noticia llama su atención:

GRAVE INCENDIO EN UN PSIQUIÁTRICO
Desaparecida interna peligrosa con antecedentes por asesinato múltiple.

 - Hola Rosi, parece que va llegando el momento – pronuncia entre dientes

Un rato después se dirige a la comisaría con el recorte de prensa y las cartas que le ha ido enviando su amiga. Roldán sigue en la cama. De regreso a casa comienza a nevar copiosamente. Definitivamente, el invierno está aquí. Al acercarse al domicilio, las luces de los vehículos de emergencia son lo primero que destaca en el paisaje, el humo apenas es visible entre la negrura del cielo y el fuego ya ha quedado prácticamente extinguido después de consumir la casa por entero. Marga sale del coche contemplando embobada la escena y sin pronunciar palabra. Algo se remueve en su interior, apenas una especie de burbujeo en su abdomen. Es un poco temprano para sentirlo, apenas tiene cuatro meses y medio de vida, pero ella sabe que es su bebé. Al tiempo que observa la mezcla del blanco inmaculado y las cenizas del incendio dominando todo alrededor, se acaricia la tripa.

- Ya sabía que no me fallarías, Rosa, lo sabía. Fuera zánganos – se dice interiormente.

***

Se acerca la fecha. Aún jadea, ya está muy abultada y le cuesta subir las escaleras, pero se lo impone. En su nueva casa en la ciudad, Margarita abre la correspondencia que acaba de recoger del buzón tras su paseo matinal. En un sobre en blanco y sin franquear, descubre una nota

“Te libraste porque te vi de perfil, ese fallo en tu figura perfecta que indicaba que estabas embarazada. Si no, te vas con él. Tenemos que vernos pronto, antes del nacimiento, pero no vuelvas a jugármela o le dejas huérfano. Te quiero, ahora sabes bien que todo lo he hecho por eso, porque te quiero. Y sé que tú a mí, tú también eres consciente de que me amas. Tenemos que irnos a vivir a la costa, a una casa cuyas ventanas se abran al mar”.


Comentarios

  1. Gracias bichillo, gracias por brindarme la ocasión de seguir tus preciosas huellas y gracias por traerme aquí contigo. Bicos

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  2. Un ejercicio de fuerza narrativa el que emprendéis aquí los dos. Os complementáis a la perfección, pues tenéis una sensibilidad, no sé si parecida, pero sí que encuentra puntos de encuentro en el camino. Después de ver esta última revisión, creo que os ha quedado muy logrado: complejo, inquietante y que consigue la dificultad de hacernos empatizar con esa cabeza poblada de tantas voces.
    Mi enhorabuena, Eugenia y Ángel.

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