Desde el día en el que la mente de su madre, devorada por los culebrones, hizo
clic, Melissa supo que lo único que podía hacer era sobrevivir.
Su padre ingresaba puntualmente una pensión "lava conciencias" para atender
sus gastos, el apartamento era propio y nadie se preocupó de que Evarista apenas
saliera de casa. La joven asumió la responsabilidad de cuidar de sí misma y de
la mujer que la trajo al mundo, quien en sus escasos momentos de lucidez
abrazaba a su hija intentando transmitirle el cariño que no era capaz de
darle. Sin embargo esos ratos fueron mermando a medida que se sucedían los días
hasta desaparecer entre las diversas personalidades que asumía. En ocasiones se
trasmutaba en suegra malvada, otras, en la
atribulada mendiga que buscaba su noble origen e, incluso, llegó a
sentirse galán protagonista del drama de turno.
...CONTINUA (en Iván)
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