MELISSA: WENCESLAO (6ªparte)


WENCESLAO


Wences, para los supuestos amigos, tenía un par de bancos y, además, estaba orgulloso de  ser el mayor usurero de la profesión. Típico hombre de éxito, sin escrúpulos ni compasión. Un perfecto ejemplar de necedad que un buen día le abrió una cuenta a Melissa, quien apenas tardó unos segundos en decidir añadirlo a su colección de recortes.


El engreído se creía irresistible, por eso no le extrañó que la joven se le insinuase, además era preciosa. ¿Cómo dejar pasar una oportunidad así? Wenceslao vivía en una mansión, por supuesto, en una urbanización de lujo. El único requisito que la mujer le exigió fue que estuviesen
solos, poca cosa le pareció a cambio de lo que él iba a obtener.

La noche iba sobre ruedas, la chica bebía vino y estaba relajada, era cuestión de bajar un poco las luces y seducirla con su admirable personalidad. Melissa, le llenaba la copa al snob y escrutaba el mobiliario esperando encontrar la silla adecuada.Tras un par de botellas de Vega Sicilia, la euforia y la excitación apenas dejaban que el hombre pensara en otra cosa que en la cintura de la mujer.
Y creyó llegado el momento de utilizar su arma secreta de seducción, la que él consideraba el súmmum del erotismo, la cámara acorazada.

Realmente este sujeto es un impresentable -pensó Melissa.

Somnoliento, Wences abrió la pesada puerta de metal. Ante ellos se abrió una habitación de unos seis metros cuadrados, con las paredes cubiertas de baldas con billetes, lingotes, arquitas de joyas... La verdad que a ella poco le interesaba el producto de la rapiña del tipo, le interesó bastante más la silla con aspecto de trono, ¡cómo no!, que estaba en el centro de la habitación . El esbozo de una sonrisa asomó en sus labios. El usurero creyó ver deseo e intentó abalanzarse sobre la mujer que, hábilmente, se echó a un lado para observar como el individuo caía al suelo.

Wenceslao se despertó en medio de su querida caja fuerte, construida con tabiques de tres metros de hormigón y forrada en acero, "inexpugnable", eso es lo que ordenó al constructor y eso es lo que obtuvo. Se percató de que estaba fuertemente atado a su silla de "contar dinero" y tuvo miedo. Gritó e insultó a la chica, incluso, rogó, pero ella no le escuchaba.
El hilo musical escupió una canción de Dire Straits, Money for nothing, la adecuada para la ocasión y el sujeto. Melissa se acercó con un bote de disolvente. Lo vació repartiéndolo por  todos los  rincones. Como el usurero no callaba optó por meterle un buen puñado de billetes en la boca, sintiéndose tentada de ahogarle con aquello que él atesoraba.  Luego, prendió fuego a las estanterías, se aseguró de que el sistema de ventilación funcionaba perfectamente para que el incendio prosperase y salió de la cámara acorazada. Cerró la pesada puerta sin inmutarse, preguntándose cuánto tardaría en quemarse un pretencioso hortera.

 ...CONTINÚA (en Cuatro) Ya queda poco
 

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