MELISSA: IVÁN (4ªparte)
-¡Buenos días, señorita! Me llamo Iván Madero y vengo a facilitarle las tareas de la casa...
Melissa pareció tardar unos segundos en procesar la información. ¿Qué hora era? Las nueve de la mañana, ¿este era el responsable de fastidiarle la ducha? Iván... ¡el terrible! Se sonrió. En su mente se fraguaba un interesante plan.
- Estoy seguro de que si me da un momento para explicarle las maravillas de la "Turbo speed aspiration 2000", me perdonará esta temprana intrusión en la paz de su hogar.
- De acuerdo, pase.
El joven se felicitó por la rapidez con que la mujer le franqueaba la puerta. Normalmente se veía obligado a desplegar toda su simpatía para captar la atención del posible cliente. Quizá no era mal asunto comenzar temprano la caza del ingenuo. Si lograba hacer esta venta lo tendría en cuenta. La verdad que para comprar la "Turbo speed aspiration 2000" era mejor pillar a la gente adormilada. El cacharro era una basura mal disimulada bajo una brillante capa de esmalte.
Se dejó guiar por la clienta vespertina, al fin y al cabo, se sonrió por la evidencia del pensamiento, era su casa. Los nervios se le agolpaban en la sien. Siempre le sucedía lo mismo, hasta que no rompía el hielo la vista se le nublaba y sentía una gran presión en la frente. Pero una vez que rompía la barrera de prevención, desplegaba todo un arsenal de palabrería dirigida a embaucar al comprador de turno.
La mañana prometía. En esta ocasión la diosa fortuna estaba dispuesta a favorecerle. Jamás hubiese imaginado hallarse antes de las diez en el recibidor de una belleza dispuesta a escuchar su propuesta.
La neblina nerviosa que ofuscaba su mirada comenzaba a disiparse dejándole observar el lugar dónde se encontraba. Enseguida su atención se clavó en la bata que Melissa acababa de anudarse. La tela resbaló sinuosamente sobre la piel de la mujer lamiendo cada curva.
su atención , durante un momento quedó obnubilado admirando el dibujo formado por la luz en el techo al atravesar los cristales de colores. De pronto se hizo la oscuridad.
Un terrible dolor en el cogote le despertó. No abrió los ojos. Tenía la sensación de que los párpados le pesaban como si fueran de hierro. Estaba desorientado. Podía oír el sonido amortiguado de una televisión. Lentamente comenzó a recordar. El madrugón, la aspiradora, la chica, el farol... ¿Qué había pasado? En una ocasión tuvo una novia con mal despertar, pero nada comparable a lo de esta individua. ¡Menudo trastazo! Giró el cuello a izquierda y derecha en un intento de constatar que todo estaba bien. La cabeza le dolía. Cuando se atrevió a mirar no vio nada, solo tinieblas. Se sintió suspendido en el vacío aunque notaba bajo sus pies el suelo. El pánico le invadió a medida que recuperaba la conciencia. ¡Estaba atado a una silla, en un lugar desconocido!¡Ni siquiera podía calcular el tiempo transcurrido!
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