MELISSA: CLAUDIO (2ªparte)

CLAUDIO

Rozó delicadamente la rosca del volumen, girándola varias veces hasta encontrar el tono adecuado. No quería molestar a los vecinos pero tampoco le apetecía oír los gemidos de su nuevo amigo.
El dial estaba en la frecuencia de Kiss-FM. Le agradó. Por un instante sintió compasión, no obstante, un instante no es suficiente. Se sonrió intentando adivinar cuál sería la próxima canción, quizás le trajese algún recuerdo. Los sones de Gold, de Spandau Ballet revolotearon por la habitación. Los tambores retumbaban marcando el ritmo, justo el adecuado para su obra. Aspiró profundamente, dejando que el oxígeno llenase sus pulmones mientras se concentraba.Se situó frente al hombre.

Para Claudio el tiempo se había detenido. Un sudor frío corría por su frente. Le cosquilleaba. ¿Cómo se encontraba en esta situación? Creía haber ligado con una tía buena, sin embargo sus expectativas aún no se cumplían. Se hallaba en calzoncillos, amordazado y atado a una silla metálica. Al principio le pareció divertido, algo nuevo que probar...
Desde luego la mujer era diferente a todas las demás, con cuerpo de escándalo y larga melena caoba que emanaba aroma a alelíes. Mmm..., nena, cómo me pones!

Melissa clavó los ojos en su entretenimiento, dejándole ver el objeto que portaba en las manos. Vaya, una drogata - pensó el joven al percatarse de que ella sujetaba una jeringuilla entre sus dedos. Se revolvió en la silla para demostrar su disconformidad. Eso no estaba hablado. Pasaba de malos rollos. Ella pareció no darse cuenta y se acercó a él para acomodarse en su regazo.

La piel se le erizó al notarla tan cerca. Su posición le excitaba y en su mente se esbozaron promesas inmediatas hasta que notó el frío de la aguja atravesándole la piel. Sintió la muerte ascender por sus venas y un rictus de sorpresa quedó esculpido en su rostro.

Ella se mordió el labio inferior con fastidio. El tóxico fue fulminante. Hubiese preferido tener unos minutos para retocar su obra. ¡Ahh...! ¡Qué difícil es ser artista!
Se alejó unos pasos para admirar su trabajo. Falta luz- pensó. Diligente, se dirigió al fondo de la habitación para subir la persiana- Mejor así. 

Se detuvo ante Claudio. No era lo que esperaba. Sin materia prima de calidad poco más se podía hacer. Los ojos, desmesuradamente abiertos, destilaban el pánico del último suspiro, al tomar conciencia del fin. No había calculado que la nicotina fuese tan fulminante.

Se disponía a darse una ducha cuando la sobresaltó el timbre. En unos segundos sopesó qué decisión tomar, creía que Claudio vivía solo. ¿Quién llamaba tan temprano? De nuevo alguien pulsó el timbre. Tal insistencia merecía su recompensa. Se colocó el batín, que colgaba en una percha del baño, con la intención de observar al madrugador a través de la mirilla. Distinguió a un joven trajeado, con pinta de vendedor y decidió franquearle la entrada.

...CONTINUA (en Dos)

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